martes, 10 de febrero de 2009

SUBIMOS AL VOLCAN BARÚ

En Boquete, nuestro nuevo amigo alemán, Clements, afirmo que el volcán Barú era una gran, gran opción. Junto con Andrés se encargaron de los contactos con el guía. La cuestión que a la 1 a.m. del 2 de Enero del corriente, me hicieron levantar para ascender al Volcán. Con la sana, increíble y subrlime promesa de que desde allí veríamos el amanecer y los dos Océanos (El Atántico y el Pacífico).
En realidad fueron, creo, mis ansias vacacionales, mis sueños aventureros y mis ganas de caminar las que me traicionaron, y acepté.


Como comentaba, la oscuridad de la 1 a.m. de la mañana no me dejaron ver el siguiente cartel que al bajar observé y me dí cuenta del por qué de mi dolor de muelas, pestañas, rodillas, pies, planta de pies, tobillos, cabeza, extremidades en general y cabello en particular.

Allí comenzó la aventura, una de las más grandes y dolorosas de "el viaje 2009". Partimos de noche, observar, por favor las primeras fotos de la madrugada, que son prueba de lo que digo. Esfuerzos. Sudor. Viento helado. Chocolates y sanguches. Bastones. Todo se vivió en la subida al Volcán Barú. Motivado exactamente por la vista a los dos océanos. Al bajar nos dimos cuenta los lugares maravillosos por los que pasamos ciegos. Dos paisajes distintos. El nocturno, cerrado, misterioso, con sonidos sordos y árboles crujientes. Pasos secos, solitarios. Oscuridad total. Pequeñas linternas que iluminaban sólo un pequeño ápice de paisaje a escasos centímetros de nuestro cuerpo. El diurno...

Llegamos a la cima a las 6 a.m. justo con el amanecer. Justo a tiempo. El esfuerzo había valido la pena. Estabamos allí, el sudor congelado por dentro hacía los huesos más pesados. Dolor. Satisfacción. Alegría. Gozo.

Última curva antes del derrape en el tope. Ruido ensordecedor. Extraño. Como una gran máquina en funcionamiento. Las 5 antenas de telefonía celular interrumpían la vista hacia el otro lado, el motor era el generador de electricidad para que estas funcionen.

¿No se trataba de un parque nacional? pregunté sin dudar... el guía sólo asintió con la cabeza.


Nos dirigimos al borde del volcán, con toda la intención de ver el amanecer y el Atlántico en ese caso... Las nubes no nos dejaron ver nada.
Paseamos un rato. Casi todos llegamos a la cima cima del volcán. Adivinen quién quedó a sólo 20 mts (una pista... la foto en la cruz la saqué en automática y con un trípode).

Andrés encontro un "tranfor" y le dedicó la foto a los estudiantes de ingeniería de su facultad.

Y bajamos. Me caí. Raspé mi culito sinfónico y jodón en las rocas del volcán. Y fuimos descubriendo uno a uno los carteles indicadores que la oscuridad nos había ocultado la noche anterior.

Descubrimos, además, los lugares maravillosos por los que pasamos y no percibimos, salvo con los sentidos del olfato y oído.

Selvas, crateres secos, flores increíbles, árboles nunca vistos, y mil etcéteras que los invito a ver en las fotos del video.


El hecho es que el gasto de energía y los dolores valieron la pena. Todo esfuerzo vale la pena. Dicen las viejas locas por allí. Los dos océanos no los vimos. El amanecer a medias. El volcán no tenía lava. Pero bueno, en nuestro pensamiento estaba la convicción de que se iban a vengar algunos de estos aspectos negativos.


Llegamos abajo. Nos duchamos. Luego de 27 km y 2.200 mts de subida y otro tanto de bajada. Trepamos a un Bus poco agraciado y ni lerdos ni perezosos nos fuimos a Bocas del Toro.
Eso, será en el próximo encuentro.


1 comentario:

  1. al igual que tus palabras cuando salen de tu boca y yo cierro los ojos y me imagino exactamente las historias que vivis, que vivimos y que vamos a vivir, asi de esa forma imagino este recorrido por este lugar increible, con esta gente increible y con lo increible que debe haber sido sin dudas todo...

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