Muchas fueron las congeturas que surgieron a partir de la demora del avión. Como algunos sabrán y otros no, el viaje que estaba programado para el 27 de diciembre, terminó siendo el día de los santos inocentes. "Qué la inocencia les valga!" gritó un viejo cuando la voz de nada del aeropuerto anunció que deberíamos volver a casa u hoteles de acuerdo a la situación.
En ese mismo instante surgió la discusión con mi "cumpa".
¿Quién de nosotros sería el yeta en este viaje?
Dudas. Dos fundamentaciones, obviamente patrocinadas por cada protagonista.
La primera. Basada en la inexperiencia. Basada, además, en la realidad primeriza del debut "viajístico" internacional.
Por otro lado, la experiencia de diferentes viajes sin problemas me daban ventaja, al menos, en los papeles y datos objetivos. Lo cierto fue, que en mi haber, solamente tuve algunos inconvenientes mecánicos en la empresa "Transnacional" de Bolivia, cuando viajé hasta Potosí.
Después de eso, nada.
Hasta que todas las dudas se disiparon. Digamos...
Lugar: Iberia (una de las ciudades más grandes de Costa Rica)
Volviendo de las muy yanquizadas Playas del Coco.
Ruta. Esperando Bus internacional que nos depositara en Nicaragua.
Una hora y cuarto de espera inútil (el bus nunca pasó, nos indicaron mal y luego hicimos otra travesía mucho más barata y que merece un post aparte).
Andrés sentado sobre su mochila en posición horizontal y guitarra entre las piernas. Ojotas obligatorias.
Yo parado mirando al horizonte. Jugaba a mirar los carteles de los colectivos que se acercaban.
En un momento, decidí poner el "piloto automático" ante el campeonato 1995 de la NBA y sus figuras. De repente surgió un tema interesante ante la maniobra imprudente de un conductor suicida que casi nos pone en riesgo nuestra vida (Exagero, amor???).
Lo cierto es que comenzamos a charlar acerca de lo mal que se maneja en centroamérica. Los bocinazos. La velocidad, etc etc.
"Sí," dijo Andrés. "Viste que manejan para la mierda, pero nunca hay un accidente!"
Justo allí se escuchó una frenada, un bocinazo, una acelerada, una puteada y un golpe.
Extrañamente no se escucharon vidrios en el pavimento.
Saldo: dos TOYOTA hilux (una modelo 2009 y la otra 1995) una, la primera, con un pequeñísimo raspón en el guardabarro trasero izquierdo. La otra, intacta.
En ese instante se bajaron un grupo de chetas yanquies. Que venían de jugar al tenis. (Te juro que me dieron impresión esas piernas...) Y comenzaron, en inglés, a decirle de todo al pobre moreno que manejaba el rodado de menor valor.
Él, el nativo, no quería llamar a la policía, a lo que nosotros, espectadores de lujo en esta situación, estábamos totalemente de acuerdo. El choque no había sido tan grave.
La de gringolandia no entendió razones. Habrá querido que le pague con la vida ese rezguño a su impecabilísima camioneta.
Vino la policía, una grúa, un asesor de seguros, dos agentes de tránsito, el amante de la vieja, las cuatro gordas macdondeadas no entendían un "joraca" de lo que se intentaba explicar.
Las chetas tomaron un taxi. Amontonadas. Los amortiguadores cedieron un poco. Chato quedó el auto de alquiler. El chofer de las chetas (cierto que encima tenían chofer!!!!!) comenzó a hablar con su compatriota. Luego metió la mano en una conservadora que estaba en la caja de la pick up y le dio una coca.
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Fui al quiosco cercano. Nuevamente pedí instrucciones para el viaje a Nicaragua. Pedí un agua, cargué la mochila al hombro y guiamos a un francés que viajaba con su hija hasta la estación terminal municipal donde sí salían los colectivos para la frontera.
En ese mismo instante surgió la discusión con mi "cumpa".
¿Quién de nosotros sería el yeta en este viaje?
Dudas. Dos fundamentaciones, obviamente patrocinadas por cada protagonista.
La primera. Basada en la inexperiencia. Basada, además, en la realidad primeriza del debut "viajístico" internacional.
Por otro lado, la experiencia de diferentes viajes sin problemas me daban ventaja, al menos, en los papeles y datos objetivos. Lo cierto fue, que en mi haber, solamente tuve algunos inconvenientes mecánicos en la empresa "Transnacional" de Bolivia, cuando viajé hasta Potosí.
Después de eso, nada.
Hasta que todas las dudas se disiparon. Digamos...
Lugar: Iberia (una de las ciudades más grandes de Costa Rica)
Volviendo de las muy yanquizadas Playas del Coco.
Ruta. Esperando Bus internacional que nos depositara en Nicaragua.
Una hora y cuarto de espera inútil (el bus nunca pasó, nos indicaron mal y luego hicimos otra travesía mucho más barata y que merece un post aparte).
Andrés sentado sobre su mochila en posición horizontal y guitarra entre las piernas. Ojotas obligatorias.
Yo parado mirando al horizonte. Jugaba a mirar los carteles de los colectivos que se acercaban.
En estas situaciones, y con dos verborrágicos empedernidos como nosotros, no hay momento, casi, para el aburrimiento, y menos para el silencio.
En un momento, decidí poner el "piloto automático" ante el campeonato 1995 de la NBA y sus figuras. De repente surgió un tema interesante ante la maniobra imprudente de un conductor suicida que casi nos pone en riesgo nuestra vida (Exagero, amor???).
Lo cierto es que comenzamos a charlar acerca de lo mal que se maneja en centroamérica. Los bocinazos. La velocidad, etc etc.
"Sí," dijo Andrés. "Viste que manejan para la mierda, pero nunca hay un accidente!"
Justo allí se escuchó una frenada, un bocinazo, una acelerada, una puteada y un golpe.
Saldo: dos TOYOTA hilux (una modelo 2009 y la otra 1995) una, la primera, con un pequeñísimo raspón en el guardabarro trasero izquierdo. La otra, intacta.
En ese instante se bajaron un grupo de chetas yanquies. Que venían de jugar al tenis. (Te juro que me dieron impresión esas piernas...) Y comenzaron, en inglés, a decirle de todo al pobre moreno que manejaba el rodado de menor valor.
Él, el nativo, no quería llamar a la policía, a lo que nosotros, espectadores de lujo en esta situación, estábamos totalemente de acuerdo. El choque no había sido tan grave.
Vino la policía, una grúa, un asesor de seguros, dos agentes de tránsito, el amante de la vieja, las cuatro gordas macdondeadas no entendían un "joraca" de lo que se intentaba explicar.
Las chetas tomaron un taxi. Amontonadas. Los amortiguadores cedieron un poco. Chato quedó el auto de alquiler. El chofer de las chetas (cierto que encima tenían chofer!!!!!) comenzó a hablar con su compatriota. Luego metió la mano en una conservadora que estaba en la caja de la pick up y le dio una coca.
Fui al quiosco cercano. Nuevamente pedí instrucciones para el viaje a Nicaragua. Pedí un agua, cargué la mochila al hombro y guiamos a un francés que viajaba con su hija hasta la estación terminal municipal donde sí salían los colectivos para la frontera.
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