Para llegar allí, unos chicos como ustedes ofrecen palos para poder caminar sin dificultad y no resbalar en las piedras de la trepada que dura alrededor de una hora.
Unos cincuenta o sesenta metros antes de la cima, ya se pude observar la lava entre las grietas de la montaña. Un naranja intenso, un calor incalculable, un terreno único, áspero, gris, rugoso…
Sabiendo de lo que nos esperaba, pasamos por la carnicería y decidimos ver si era posible comer un asado allí arriba. En Guatemala es difícil conseguir una parrilla, no es una costumbre como aquí en Argentina comerse un asadito en familia.
El problema debía ser resuelto.
En aquel momento nos acordamos de la abuela Emilia haciendo sus riquísimos budines ingleses… entonces en un rincón de una góndola encontramos unas budineras metálicas.
Caminamos. Llegamos hasta la cima. El calor fue intenso. Nuestras mochilas guardaban el secreto. Sin que nadie su
El grupo de viajeros se juntó a medida que armábamos nuestra cocina. Todos y cada uno de los que se acercaron probaron del manjar.
En el volcán Pacaya, surgen encuentros muy increíbles, los viajeros caminan al encuentro de la energía del centro de la tierra que surge desde el cráter. Allí se resolvió tecnológicamente el problema… “¿Podremos cocinar un asado al calor de la lava?”
Bravo profe, para la próxima unas mollejitas y a disfrutar del manjar volcánico!
ResponderEliminarNos leemos, bye